viernes, 16 de septiembre de 2011

La moda y sus personajes. Los estereotipos, los códigos de indumentaria y los estilos de vida.

A lo largo de la historia del hombre- y del vestido- la moda y los estilos de vestir han ido evolucionando y adquiriendo diferentes connotaciones para quien los usa. Más allá del sentido evidente y utilitario de las prendas de vestir- abrigar y proteger del clima- o de las razones culturales, ideológicas o sociales por las cuales uno viste ciertas prendas y otras no – pudor, religión, estado civil, nacionalidad o profesión- la moda ha ido configurando fuertes lazos de identidad y pertenencia al grupo entre los individuos, para reforzar la unidad entre ellos.

Estos lazos se han reforzado con el manejo de códigos compartidos, que solamente los miembros del grupo entienden e intercambian, como un lenguaje propio. Estos códigos van más allá de las palabras, los actos y las actividades comunales: también afectan la manera de vestir y se ven fuertemente representados por ella, en lo que se conoce como código de indumentaria o dress code.

Los primeros códigos de indumentaria fueron utilizados para diferenciar al macho de la hembra en las sociedades primitivas, así como al guerrero y al chamán, del resto de la comunidad. En un principio fueron entonces la profesión y el género, los primeros elementos que necesitaron diferenciarse del resto. Posteriormente vino el estatus, la identidad nacional y finalmente la moda.

Cuando las sociedades crecieron y fueron diversificándose, los grupos que las conformaban, sintieron la necesidad de reflejar y expresar su pertenencia e ideología al resto de los grupos para, por un lado, asemejarse al propio grupo, y por otro diferenciarse de las demás agrupaciones externas a la suya.

Como resultado de estas identidades grupales, cada grupo fue desarrollando una manera característica de vestir acorde a su estilo de vida como parte de una colectividad definida. Estos grupos, actualmente llamados tribus urbanas por algunos autores, comparten un dress code particular que ha ido perfilándose como estilo de vestir.

Esto significa, que parte del código grupal se manifiesta a través de la selección y combinación de prendas de vestir, accesorios, materiales y colores específicos, que, a manera de uniforme, consiguen diferenciar a los integrantes de un grupo de los integrantes de otro.

Cada estilo de vestir, funciona de algún modo como estereotipo de ese grupo o estilo de vida. Cada combinación se ha hecho de un nombre y ha servido de herramienta a los creadores de moda para diseñar por estilos, y a los mercadólogos para enfocarse en grupos de consumidores específicos, que coinciden con esos estilos de vida e indumentaria.

Por principio, la moda es aspiracional. Y cuando se vende moda, lo que en realidad se le vende al comprador, es un estilo de vida o un personaje en el que el comprador se pueda ver favorablemente reflejado. Vender un estilo de vida es como vender un sueño materializado, es decir: se le ofrece a la persona la opción de ser otra persona; ya sea una mejor versión de sí mismo, o alguien diametralmente diferente.

jueves, 20 de enero de 2011

Sobre la enseñanza del diseño de vestuario


Por principio, cuando a enseñanza se refiere y más en casos tan especializados como el vestuario escénico, el perfil del alumno es esencial.
El diseño de vestuario requiere de personas con corazón de niño y manos de artesano.De otro modo sólo tendremos a compradores de ropa con buen, mediano o mal gusto.

El vestuario escénico, a diferencia del diseño de modas que, por principio siempre cuenta con la presión de venderse para ser rentable, tiene a mi parecer, mayor libertad creativa.
Todo lo excesivo, loco, barroco, irreverente y desbordado que pueda llegar a ser un diseñador, encontrará un campo fértil en esta especialidad del diseño de modas.

Aunque es cierto que generalmente los presupuestos son limitados, (sobre todo en el medio teatral y cabaretesco);esta limitante opera a la manera inversa que en el caso del diseño de ropa casual, donde cada peso cuenta y presiona al diseñador, como en una carrera de ratas.
En el caso del vestuarista, el presupuesto y la funcionalidad de las prendas son sus limitantes a considerar, pero de algún modo alimentan la creatividad del diseñador, generando siempre nuevas opciones para resolver los proyectos.
Lo vistoso del vestuario radica en lo imaginativo, en la propuesta personal del diseñador, en su creatividad y bien vale decirlo, en su locura desbordada.

Es difícil enseñar esta disciplina a personas de mente cuadrada, poca audacia propositiva, que carezcan de entusiasmo o que al primer obstáculo suelten la toalla. El mundo del vestuario es una carrera de obstáculos contra reloj; pero es un mundo maravilloso donde cobran vida personajes literarios inexistentes, héroes históricos o criaturas fantásticas, que apoyados con el talento actoral, son vestidos por nuestra creatividad y trabajo minucioso.

Es por estas razones, que hay pocos vestuaristas, y menos aún, buenos, formales y dedicados a este oficio. La pasión no puede enseñarse, pero puede transmitirse a personas que no le teman a lo complejo y a lo difícil, y que vean el lado hermoso, que yo misma le veo, al vestuario: el lado de las posibilidades creativas ilimitadas y la enorme satisfacción personal, de la cual se alimenta el espíritu creador del diseñador.

Por el otro lado, el perfil del docente también es importante. Por principio, no todo aquel que mucho sabe de un tema, lo sabe transmitir. Y, en segundo lugar, no todo el que mucho sabe, lo quiere compartir sin recelo.

Por alguna extraña razón, he conocido a personas con ese perfil dentro del mundo del diseño de modas: gente que sabe pero no comparte.
Sin caer en lamentos o argumentos demasiado complicados, considero esencial la cualidad de la generosidad intelectual en CUALQUIER docente.

Lo contrario lo tomaría yo como miedo, a ser superado después por el propio alumnado, que bien podría convertirse en competencia directa. Pura inseguridad, en cualquier caso.

Nada nos cuesta a los docentes el transmitir información y tips a nuestros alumnos. Unos los aprovecharán más que otros, pero no está de más el compartirles lo que hemos aprendido. Ya aprenderán ellos después más cosas, derivadas de sus propias experiencias.

A final de cuentas, esos alumnos serán de algún modo, nuestros hijos intelectuales.